viernes, 5 de diciembre de 2008

CAMINO A LA LEYENDA


CAMINO DE LA LEYENDA
• El tenor Juan Diego Flórez triunfa en Peralada con un exigente repertorio de "bel canto"
Peralada a sus pies. Juan Diego Flórez conquistó al auditorio del festival con un exigente repertorio de bel canto. El tenor exhibió rigor estilístico, alarde vocal para viajar con naturalidad por los agudos y sobreagudos y un fraseo maravilloso al servicio de los ricos matices de un programa de gran dificultad técnica. La interpretación, en el último bis, de La donna è mobile del Rigoletto de Verdi, que acaba de cancelar en el Real por considerar que a su voz aún no le ha llegado el momento para este papel, acabó con el público puesto en pie.
Flórez es un superdotado que administra con inteligencia la musicalidad de su voz y que avanza con paso firme hacia la leyenda. Pocos se atreven, sin un mínimo respaldo de amplificación, a cantar en un espacio al aire libre donde es difícil hacer llegar la voz a todos los rincones. Es el caso de Cecilia Bartoli, que rechaza las apariciones en estos escenarios. El peruano no solo no se planteó este problema, sino que demostró sentirse muy a gusto. "¿Lo estáis pasando bien?", inquirió. Un rotundo sí, completado con un expresivo "de puta madre", fue la respuesta de quienes esperaban aún más de este lírico ligero, líder en su registro.

EFECTISMO ESCÉNICO
La OBC, dirigida esta vez con inteligencia y efectismo escénico por Michele Mariotti, intentó adecuarse a las pautas marcadas por el tenor. Casi siempre lo consiguió, aunque hubo algún desajuste a la hora de acoplarse con el cantante en los momentos de más fuerza sonora. Pero la formación funcionó mejor que con La bohème y en las oberturas programadas para dar descanso al protagonista fue de menos a más. Resultó floja su lectura de I Capuletti i Montecchi, solo correcta la de Semiramide y vibrantes las de Don Pasquale y, sobre todo, La figglia del reggimento. Esta aportación permitió respirar al tenor antes de abordar las partituras más difíciles. A te, o cara de I puritani de Bellini fue la primera aria de la noche, y Tu sorda ai miei lamenti de Donna del lago y Asil héréditaire de Guillaume Tell demostraron por qué Flórez es el mejor intérprete de Rossini.
Una aria de La favorita abrió la prolongación dedicada a Donizetti. Con la voz a tono, el peruano se enfrentó con expresiva sensibilidad a Partir deggi'o, t'amo qual s'ama un angelo de Lucrezia Borgia, una pieza de gran exigencia que su referente Alfredo Kraus convirtió en mítica.
Pero si quedaban dudas sobre la capacidad del artista para los retos, llegó el circense más difícil todavía con los repetidos do de pecho del aria y cabaletta de Tonio Amici miei. Sencillamente espectacular. Tanto que el público se cansó de aplaudir hasta que llegaron los bises y la aparición de una pequeña bandera de Perú, que Mariotti usó como batuta. Con la célebre Una furtiva lacrima se repitieron las muestras de entusiasmo. Y antes de la relatada propina final bordó Cessa di piu resistere de El barbero de Sevilla. Una gozada.

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