viernes, 5 de diciembre de 2008

«Respeto mi voz, no me gusta sentir que estoy al límite»


UNA ENTREVISTA A...
Juan Diego Flórez: «Respeto mi voz, no me gusta sentir que estoy al límite»
Al tenor peruano lo conocen ahora como el 'bis-man', por poner de moda de nuevo los 'bises' en la Scala de Milán a pesar de que estaba prohibido porque se consideraban frívolos.
JUAN Diego Flórez está considerado, hoy por hoy, como el mejor tenor belcantista del mundo. La música de Rossini fue la encargada de brindarle un pasaporte a la fama que el peruano supo aprovecha. Fue precisamente en la cuna del compositor, la ciudad de Pesaro, que le dedica un festival cada verano, donde su voz deslumbró por primera vez, y casi como el pago a esta deuda -y también por amor a esta localidad-, Flórez vuelve a ella cada año de manera religiosa, más ahora que se ha construido una casa allí. Este año regresó y fue, además, el encargado de inaugurar el festival hace unos días. Hombre de récords, ha vuelto a poner de moda los 'bises' en la ópera, rompiendo con ello prohibiciones vetustas en templos como la Scala de Milán o en el Metropolitan de Nueva York.
Rossini y el belcanto han marcado su carrera, pero ahora está incorporando nuevos papeles a su repertorio. ¿Hacia dónde quiere encaminar su trayectoria? ¿Lo que le piden los teatros la marca de alguna manera?

Lo que quiero es poder elegir siempre dentro de mi repertorio porque tengo una voz determinada y es muy peligroso salirse de él y meterse en uno muy pesado, porque yo tengo una voz ligera para óperas agudas en las que no hay que luchar contra una orquesta, esto es, contra un peso pesado. Por eso, es muy importante mantenerse dentro de ese repertorio para mantener una salud vocal, para poder cantar muchos años, para hacerlo bien, para no perder los agudos... Pero dentro de mi repertorio quisiera hacer lo más que pueda con una exigencia artística. Acabo de cantar por vez primera 'Rigoletto' y hay otras óperas belcantistas como 'El pescador de perlas', de Bizet, que me interesan.

A la hora de interpretar un personaje, ¿usted mide la intensidad con que lo hace? Hay otros cantantes, como Rolando Villazón, a los que parece que les ha pasado factura ese exceso de intensidad...

No sé si fue eso lo que le causó problemas, a veces simplemente es mala suerte... En lo que a mí concierne yo trato de no forzar nunca la voz. Nunca sentir que estoy al límite. Le tengo mucho respeto a la voz. Me ha pasado que por la emoción del momento o porque no te oyes bien notas que estás empujando el agudo. En ese momento, la voz inmediatamente pierde brillantez. Es muy importante controlar los nervios y la emoción para no cantar con todo. Yo me considero bastante tranquilo en las funciones, aunque siempre hay algo de nervios...

Pero a usted se le ve siempre muy templado...

Sí, soy tranquilo, no me descontrolo. A veces peco mucho de confiar demasiado en mi memoria porque tengo facilidad para recordar las óperas y siempre llego bien a las funciones; quizá por eso tengo un exceso de relajación, aunque también soy muy autocrítico. Rara vez estoy contento con lo que hago.

Con tantos compromisos, le ha sido imposible disfrutar de su luna de miel. ¿Tiene pensado hacerlo ahora en verano?

Una vez concluido el concierto de Pesaro, me tomo vacaciones, y si la casa que me estoy haciendo allí está terminada las pasaré allí.

Pesaro es la cuna de Rossini, un compositor al que le unen no sólo el canto sino su afición por la cocina, hasta el punto que en Perú han confeccionado un «Menú Juan Diego Flórez». ¿De dónde le viene esta afición?

Bueno, me viene de mi madre. Me gustaba verla cocinar a ella -cuando no trabajaba- y a mi tía. Yo hacía los jugos, las limonadas, porque tenía el toque y era el que decía cuándo la leche está preparada. Después, cuando viajé a Filadelfia, vivía solo y era yo quien tenía que cocinar. Llamaba a mi mamá y le preguntaba: «¿Cómo se hace la gallina?», y ella me indicaba. Así aprendí un plato tras otro... Y, respecto al menú en Perú, para el que hay una lista de espera -la gente incluso piensa que yo estoy en la cocina-, recuerdo una anécdota muy divertida. Estaba en un hotel y se me acercó un español diciéndome: «Usted es un gran cocinero, le voy a decir a Arzak que le conozco», cuando yo pensaba que iba a decirme: «Usted canta», y realmente no me conocía como cantante (se ríe).

Y en casa, ¿quién cocina, usted o su mujer?
A veces yo, pero pocas veces, en las ocasiones importantes (bromea).

Usted se ha autodefinido como 'bis-man' tras repetir la famosa aria de los nueve Do de pecho de 'La hija del regimiento', de Donizetti, en Milán y Nueva York. ¿Fue todo tan espontáneo?

Cuando mi agente habló con la Scala le dijeron que allí no se admitían 'bises'; yo lo sabía, como sabía que quizá la gente me lo iba a pedir. El día del estreno se me acercaron y me dijeron que si quería hacerlo, adelante... Lo que desconocía era que fuera un récord histórico.

Al parecer, los 'bises' se prohibieron porque se decía que era algo frívolo. ¿Se recuperan ahora para devolverle a la ópera ese aspecto de espectáculo?

En la época de los compositores no se dejaba a los cantantes que se repitiera el aria para no parar el espectáculo, algo que sucede igualmente cuando se aplaude durante cuatro minutos. Y cuando se aplaude y no se le da al público lo que pide, éste sigue aplaudiendo.
¿De cuántos minutos tiene que ser el aplauso para regalar un 'bis'?
A partir de los tres minutos y medio... (ríe).

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